A vueltas con la (no)violencia: cuestión de grado, contexto y legitimidad

¿Qué es violencia en el contexto de los movimientos 15M? Seguro que podemos debatir largo y tendido, como venimos haciendo, pero quizás resulte interesante pensar por qué hablamos de estos temas, en qué contexto… En esta ocasión proponemos complicar un poco más la pregunta para visibilizar cómo en realidad la cuestión encierra multitud de significados, entre éstos, los que se alinean con posiciones relativas a la negación del discurso político de unos (los definidos como violentos) en función de sus actos (metonimizados en su pluralidad a una única expresión, “la violencia”), olvidando los motivos de las diversas acciones. Por eso, en esta ocasión la pregunta será: ¿qué es violencia para quién? ¿Quién nos marca estos debates? ¿De qué estamos dejando de hablar cuando nos centramos en estas cuestiones?

En definitiva, en lugar de tratar de definir qué actos son violentos: “una pintada”, “tirar un contenedor”, “expresiones”, “gestos”… nos preguntamos por qué actos, en qué contextos y desde qué “posición de interpretación/enunciación” (comisiones, medios de comunicación, espectadores…) algo es considerado o no violencia. Así podemos adelantar que la violencia es cuestión de grado, siempre relativa al contexto en el que se produce. Lo que en un momento puede ser un comportamiento considerado violento (realizar una pintada) en otro será algo comprensible (“una pintada es una buena forma de denuncia”) o del todo intolerable (“para qué pintar si basta con poner un cartel para comunicar algo”). En función de los objetivos algo puede ser legítimo o no (“pintada”=”denuncia” vs “basta con un cartel”). Quizás convendría pensar, no tanto en qué “actos” son violentos o no, sino qué es legitimo para quién.

Dentro de los grupos y movimientos del 15M, por interés de personas desde dentro, por el interés de los medios de comunicación, o por la razón que sea, hay un constante interés por plantear qué es violencia.

Por desgracia, hablar de “violencia” y no de “pacifismo” nos lleva a insertarnos en campos semánticos que tienen un poder de definición y despolitización muy altos, pero seguiremos con la dichosa palabra. Sea lo que sea “violencia”, con esta sucederá o no como con la “legalidad”. Es decir, igual que no era legal ocupar las plazas lo hicimos. ¿Por qué? Pues en parte porque lo decidimos entre todas en los diversos órganos y espacios de decisión. Los medios de comunicación también fueron aceptando o teniendo que buscar nuevas argumentaciones para deslegitimar las acampadas, pero una gran parte de la población aceptó que era una acción legítima. Pues con la “violencia” ocurre que, en función de la situación y el grado en el que las acciones sean asumidas por todas las personas, será o no legítima. Es más, cuando una acción es considerada “violencia” es porque hay una intención fuerte de condena y deslegitimación, sin negar que esta acción pueda tener consecuencias graves contra las personas o los objetos.

Ahora bien, ¿qué es violencia? ¿Violencia contra los objetos (la propiedad pública, la propiedad privada de los vecinos, de los bancos)? ¿Violencia verbal contra las autoridades? ¿Violencia física contra las personas…? Cada una de estas derivas nos inserta en repertorios diferentes de deslegitimación. La violencia que se considere no será legítima en la medida en que la ejerzan sólo unas pocas personas, ha de ser algo asumido por todas las personas. Por ejemplo, una vez que en una asamblea se decide que es legítimo interponer contenedores (no tirarlos, no quemarlos) en las calles para reducir el avance de los violentos “antidisturbios”… Se ha de garantizar que estas acciones se realizan de una forma concreta en una situación específica, la necesidad de defenderse de la violencia policial a personas con movilidad reducida, etc. No obstante, abrir la posibilidad a realizar determinadas acciones sin un control desde dentro puede ser nocivo. Es posible que la policía infiltrada o gente con poca perspectiva política dé un paso más y pase a generar grandes destrozos, que desaten una espiral de violencia y fragmentación interna dentro del movimiento, deslegitimando las acciones, aumentando los cargos imputados a los detenidos y, sobre todo, reduciendo la seguridad de las personas. Este es el escenario posible más plausible en caso de que decidamos aceptar ciertas “acciones directas”. Esto es lo que están esperando los principales agentes represores.

En definitiva, cada una de las expresiones de qué es violencia vendrá definida por el contexto: en el contexto de una posible huelga general sostenida durante varios días, los destrozos contra el mobiliario probablemente serán aceptados por más personas que los destrozos de mobiliario urbano en el contexto de una movilización puntal a favor de la sanidad pública. Cada una de las acciones que se realicen ha de ser coherente con lo decidido por las asambleas, ha de asegurarse la integridad de lo decidido y de lo que se realiza y ha de garantizarse desde dentro la seguridad de las personas y el control sobre las personas que no se ajusten a lo decidido.

Otra cosa muy diferente, y parece que más fructífera es no hablar de violencia, sino asumir que somos un movimiento pacífico, lo que no impide que haya protocolos de actuación y acción directa para determinados contextos con el objetivo de garantizar la seguridad o como acción política concreta. Por ejemplo, puede que no se considere violencia bañar en pintura roja la fachada de la Bolsa. En resumen, las acciones, siempre que sean decididas en asambleas con amplios consensos, no serán “violencia” indeterminada sino que serán repertorios legítimos de acción conectados con un fin concreto y coherente con el resto de estrategias del movimiento (descartado en esta narración la violencia contra las personas). De no darse estas condiciones habremos perdido lo que nos ha permitido la No violencia.

Lo que (en parte) la NO violencia ha permitido

Hasta hace no mucho tiempo lo que solía pasar después de cada manifestación, especialmente las que podían tener un carácter crítico y más general, era que solían disolverse a palos por parte de la policía: pelotas de “goma y acero”… El mecanismo creo recordar que era siempre muy similar: como la manifestación había sido informada a la Delegación de Gobierno (recorrido, hora de inicio y fin), al llegar la hora señalada se desconvocaba, entonces la policía daba cinco minutos para despejar la vía pública y en ese momento volaba alguna botella (tirada por algún encapuchado, secretas o civiles) y comenzaba una carga salvaje que despejaba la vía “pública” y por el camino resultaban detenidas algunas personas. Después, las personas que quedaban intactas se iban a sus casas, a tomar unas cervezas o permanecían por las calles destrozando mobiliario urbano (cristales de empresas, contenedores….). Al día siguiente los medios de comunicación, a partir de la narración policial, invertían el orden de los sucesos: “como hubo destrozos urbanos (violencia) la policía se vio obligada a cargar”.

Desde que empezamos a poner en práctica los repertorios políticos del 15M (actualización de viejos repertorios, experimentación de otros recursos nuevos, etc.), además de las famosas “acampadas” hemos comenzado otras formas de movilización. En primer lugar, nadie pide permiso ni avisa de nada a la delegación, así los recorridos son libres y no hay responsabilidad para ningún convocante. En segundo lugar, las manifestaciones cada vez son más parecidas a marchas, que empiezan a alguna hora y continúan durante horas cortando las calles que se creen convenientes. En ocasiones, la policía carga, pero la gente no responde con agresiones, en cuanto es posible la masa en vez de disolverse se vuelve a agrupar, se sienta, se calma, habla, convoca nuevas movilizaciones para el día siguiente. Esto es nuevo. Las marchas no terminan con la posible carga policial, sino que se encienden y duran días (los tres últimos del 17 al 20J, el cierre de la puerta del Sol el 2 de Agosto…).

Esto es una novedad que aún juega a nuestro favor y que nos está enseñando mucho sobre el poder y sus debilidades. En primer lugar, hemos comprobado con el cierre de Sol que la movilización de grandes números de policías es insostenible en el tiempo: en apenas una semana estaban agotados… Del mismo modo, más o menos, en las dos últimas contiendas (semana a partir del 2 de agosto y a partir del 17 de agosto), hemos visto que las autoridades no aguantan la movilización constante. Salimos un día, al siguiente volvemos y al siguiente duplicamos la movilización. No olvidemos que la convocatoria doble del jueves (4 Agosto, a partir de las 12hs y a partir de las 20hs) en Sol llevó a un escándalo en el que todos los agentes “autorizados” se vieron obligados a hablar (PSOE, PP, periódicos, sindicatos policiales, empresarios, ciudadanía…). Cada nuevo agente que “habla” genera tensión y enfrentamientos entre los grupos, lo que obliga al poder o sus ejecutores (Delegación de Gobierno) a cambiar de estrategia para intentar armonizar las diversas críticas y dar la sensación de que la situación está “bajo control”.

En parte, la movilización de varios días es posible porque no hay destrozos ni agresiones (por parte de los manifestantes), de forma que no pueden entrar los viejos argumentos: “la policía cargó porque…”. A nuestro favor, “no se puede disolver una manifestación pacífica…”. A pesar de ello, cada dos por tres se suceden agresiones por parte de la policía.

En esta encrucijada de posiciones y de decires juegan un papel concreto las redes sociales, en concreto Twitter, Facebook, los Blogs y las personas -periodistas o no- con tecnología audiovisual portátil… Esto permite: 1) evidenciar que no hay violencia (por los manifestantes), 2) documentar la violencia policial, 3) reabrir temáticas que en la prensa se dan por cerradas y que las diversas evidencias, junto con la difusión en las redes, vuelven a poner sobre la mesa. Por ejemplo, frente al cuento mediático de que los “laicos” han agredido a los JMJ al día siguiente aparece el tristemente famoso bofetón y agresiones de la policía a la menor de edad en la manifestación laica.

Formas de control y repertorios de acción

Nuestra mayor debilidad sigue siendo que somos muy susceptibles a los ritmos de la prensa (que ya sabemos en última instancia por quién están presionados/habilitados). Ellos se empeñan en imponer temáticas de discusión, etc. Estos medios también nos contaminan con sus simplistas concepciones: “un éxito” de movilización, “fracaso”, “radicalización”, “deriva violenta”… no. No se enteran de nada: el éxito es la gran red que hemos creado, la inteligencia que ponemos en marcha cuando con cada vicisitud nos sentamos, hablamos y decidimos con inteligencia colectiva. La movilización es sólo puntual: jornadas de resistencia y desobediencia civil pacífica que se integran dentro de jornadas de trabajo, asambleas, comisiones… sobre las cuestiones que nos interesan a los participantes de éstas.

Es preocupante que se piense que estamos “perdiendo” la batalla contra la policía, o pensar que ahora podrán cargar sin problema. Un éxito de la no violencia ha sido conseguir que cada vez la policía tenga más problemas para cargar, mejor, que a las autoridades les cueste más responsabilizarse de lo que supone la orden de cargar. Esto significa que, como en las últimas cargas, las autoridades, gracias a la gran difusión de los abusos, han de retroceder. Gracias al pacifismo se ha conseguido reducir la violencia explícita del Estado y aumentar la legitimidad de la movilización.

Resulta también muy preocupante que pensemos en la violencia porque recibimos violencia de la policía, porque, como sabemos, la policía es el “ruido” que los políticos utilizan para silenciar los motivos y las protestas. Es decir, ¿por qué nos preocupamos tanto de la violencia que ejerce la policía y no pensamos y denunciamos más la violencia que ejercen los políticos con estas condiciones de vida, o el sistema económico y su tiranía? Sólo visibilizando esta violencia podremos actuar con otros repertorios. En la medida en que no seamos conscientes de cada uno de los espacios de nuestra vida que son amenazados y violentados por estos poderes económicos y políticos, cualquier gesto “incívico” por nuestra parte será criminalizado.

No caigamos en la trampa mediática y en las estrategias del poder de hablar de lo que a ellos les interesa. Puede resultar interesante apuntar a los objetivos, a los grandes objetivos, a la denuncia de los nombres y apellidos de las grandes fortunas, a las responsabilidades de los políticos y, respecto a la policía y su violencia, no le demos más importancia de la que tiene: la de ser una herramienta al servicio de políticos y grandes empresarios para silenciarnos o hacernos hablar de otras cosas.

Cuidémonos y pensemos en consensuar acciones concretas y no en pensar en el genérico de la violencia, pues depende del contexto, del grado, de la legitimidad y de los intereses de la acción.

Agosto del 2011

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3 respuestas a A vueltas con la (no)violencia: cuestión de grado, contexto y legitimidad

  1. Reproducimos un comentario que nos ha llegado al correo del grupo:

    [Me ha gustado mucho el texto,
    Subrayo esto: «Nuestra mayor debilidad sigue siendo que somos muy susceptibles a los ritmos de la prensa (que ya sabemos en última instancia por quién están presionados/habilitados). Ellos se empeñan en imponer temáticas de discusión, etc. Estos medios también nos contaminan con sus simplistas concepciones: “un éxito” de movilización, “fracaso”, “radicalización”, “deriva violenta”… no. No se enteran de nada, el éxito es la gran red que hemos creado, la inteligencia que ponemos en marcha cuando con cada vicisitud nos sentamos, hablamos y decidimos con inteligencia colectiva».

    Siguiendo este punto de la «debilidad», podría ser interesante reflexionar sobre cómo la lógica policial clásica -y sus categorías- es incapaz de acceder a una comprensión de un movimiento tan poco convencional, capilar y micropolítico en algunos sentidos como el 15-M. Me venía a la mente, tras leer esta noticia (http://politica.elpais.com/politica/2012/05/17/actualidad/1337253164_438577.html) el cuento de Poe de «la carta robada»: una carta que nadie de la policía ve ni puede ver porque está a la vista de todo el mundo, en la pura superficie. Es como si el 15-M fuera ininteligible desde la lógica policial justo por su cercanía e hipervisibilidad, no porque esté escondido o haya algo «detrás» (lógica conspiranoica de Cifuentes). Como se mira desde estas gafas de la «profundidad», uno se desespera: ¿que demonios hay ahí? No ven que la carta está delante de sus narices.
    Desde este punto de vista, es fundamental evitar la retórica hueca de las grandes palabras y conceptos como «violencia».]

  2. Manuel dijo:

    Con todos los respetos. Cada día están matando a cientos en Siria, mujeres y niños muchos de ellos, pero de violencia no hablemos, que no son españoles….

  3. Adrián dijo:

    Está muy bien el texto, muy bien argumentado. Pero creo debemos ser un poco más humanos. El papel y las palabras están muy bien y es verdad que hay que tener estrategias colectivas para poder exigir cambios. Es verdad que la policía no es el problema. Es verdad que nos echamos tierra encima con la violencia. Es verdad que nos deslegitima, etc. Pero no seamos tan ingenuos o lo que es peor, no nos creamos tan inteligentes. Los ha habido más inteligentes, mejor organizados y más numerosos, ah! y sin teléfonos de última generación, vacaciones en lugares exóticos y cañitas por el centro, como nosotros. Y han fracasado. Con nuestra inteligencia no vamos a derribar a aquellos que ostentan el poder desde milenios, que no tienen los escrúpulos de mentir, manipular, y que siguen defendiendo un modelo totalmente injusto e inhumano. A estos no se les derribará con palabras. Podremos convencer a mucha gente, sí. Pero los otros seguirán ahí porque les damos igual. Yo no estoy dispuesto a recibir palos de sus perros y a seguir jugando con sus reglas «democráticas». No hay que tener miedo porque lo que pedimos es justicia y dignidad humana. Cueste lo que cueste.

    Ánimo!

    A.

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